La Belleza Eterna: Abriendo el ojo amoroso, abriendo la percepción hacia una vida en armonía.
En estos tiempos, se desarrolló una cultura en la cual compramos aquello que necesitamos, y tiramos aquello que se rompió, o que consideramos viejo.
Hay una exigencia permanente en que las cosas materiales se encuentren con una visual excesivamente agradable, no puede haber ni un símbolo como señal de envejecimiento, o imperfección.
Hoy en día, está en boga el incentivar al espíritu del niño, a aquella energía lúdica y viva. Si bien estamos de acuerdo con que esa fuerza vital se encuentre en movimiento en el ser humano, también nos parece muy importante el re-construir nuestra imagen de envejecimiento que tenemos.
El envejecimiento es sinónimo de crecimiento, de desarrollo, y nosotros consideramos que una de nuestras misiones, es evolucionar, crecer con un sentido. Cuanto más sentido incorporamos a nuestros días, más belleza vamos a encontrar en la vida, y cada señuelo de envejecimiento y crecimiento, se verá como aquella marca, que trae armonía hacia nuestras vidas.
Para nosotros, de eso se trata la belleza, de la armonía. Claro que también percibimos en el humano la fuerza que posibilita el modificar el espacio, modificar a esta “Tierra” en la cual habitamos, dejando en cada movimiento que hace, una fuerza espiritualizada.
El ojo estético del humano, puede embellecer, creando resonancias armónicas, en los espacios, y sobre el cuerpo humano. Por eso que, tenemos en nuestras manos, una cantidad enorme de herramientas que nos ayudan a embellecer. Podemos trabajar con el color terapia, con el aroma terapia, como con muchas otras más!
Nos parece importantísimo, el poder mantener la belleza natural, resaltando aquellos logros, aquellas búsquedas de sentidos, aquellos desafíos superados.
El ser bello, no significa únicamente el verse lindo, si no, el haber vivenciado una vida rica en desafíos superados. Los dramas nos habitan desde que llegamos al mundo, y si no quisiéramos eliminarlos, y los aceptásemos para transformarlos, entonces no tendríamos tales contradicciones con nosotros mismos.
Podríamos hacer las paces con nuestra propia naturaleza de constante crecimiento y amar a cada marquita que simboliza esos momentos de vigor. Muchas veces vivimos el cuento de hadas de “blancanieves” muy literal como para realmente comprender los secretos que oculta. Desde una percepción espiritual, astral y psíquica, podríamos observar el cuento de blancanieves como aquella historia que nos cuenta sobre la belleza verdadera en que yace de la bondad, de lo naturalmente bello, y de lo verdadero.
El intentar llegar a esa belleza externa, estereotipada, que busca la perfección, da poco lugar a que podamos vivir a la “buena” belleza: Esa bondad que a través de la ventana del ojo puede transformar cada cosa que mira, en material noble.
Esa belleza natural, que no busca esconder sus sombras o errores, sino que acompaña a los diferentes ritmos de la vida. Como los bellos paisajes a los que naturalmente el mundo dió a luz: las hermosas praderas, con sus diferentes alturas, sus diferentes pliegues, aquellos espacios húmedos, o aquellos espacios más áridos, todos formando parte de la belleza asombrosa de la cual somos participe. Esa verdad, que no miente ni oculta, esa verdad que es tan efímera, que no necesita de una estructura para sostenerse.
Muchas veces pensamos que los estereotipos de belleza son impuestos por la sociedad, pero, ¿Qué si nosotros empezamos a lucir nuestras maneras de percibir la belleza a la sociedad? Puede ser, que muchos empiecen a percibir aquellas fuerzas espirituales en nosotros, y empiecen a querer imitarlas, generando ya un campo de belleza atrayente.
Tenemos el cambio en nuestras manos. Seamos quienes realmente sentimos que somos, sin ocultarnos, sin temor a desilusionar al entorno. En realidad lo que más decepciona, es la poca posibilidad de expandir nuestro ser que tenemos al sentirnos exigidos por la sociedad.
Mientras que hoy se vive el cuento de blancanieves con todos sus personajes como arquetipos individualizados, todavía la belleza es percibida en un exterior, en la materia corporal, cuando se trata de mucho más que eso. La madrastra de blancanieves fue siempre la más bella, hasta que un buen dia su espejo le mostró un alma más noble, y era la de blancanieves. Fue así que ella mandó a matar a la bella princesa. No lo consiguió, pero lo que consiguió fue que blancanieves inocentemente mordiera la manzana roja. Fue así que blancanieves se encontró en profundo ensueño, hasta que el príncipe azul fue quien la despertó con un real beso de amor. La madrastra, representando al egoísmo humano de querer permanecer estático sin permitirse algún cambio o señal de transformación, atormentado está por su miedo de pasar el umbral. La madrastra representa al cuerpo humano, a la carne que no quiere ser trascendida. Pero en cambio, blancanieves, en representación del alma, se entrega con dulzura a la vida, permitiendo que todo suceda, hasta los desafios dificiles. El príncipe azul, en representación del espíritu, enamorado del alma, la despierta con el amor, queriendo la evolución para ella.
Si pudiéramos armonizar nuestro cuerpo con la idea de infinitud, y verdad espiritual, no necesitariamos someter a nuestra alma por ser más integra.
La belleza eterna, mora en tu alma, mora en tu espíritu, mora en ti.
El único paso que nos queda por hacer, es el de sincronizarnos con nuestra alma, con nuestro espíritu. Una vez que eso suceda, entonces, estaremos vibrando el poder de nuestra “Venus” verdadera.